miércoles, 20 de mayo de 2009
Urbano
martes, 19 de mayo de 2009
Ejercicio final - Signos del Paisaje de Medellín
miércoles, 13 de mayo de 2009
Geografia del paisaje
… No es ciencia general de la tierra
… presupone las propiedades y procesos generales de la tierra, o los acepta de otras ciencias
… está orientada hacia la variante expresión de las áreas
… preferencia por el conocimiento sintético del área
Afirmamos el lugar de una ciencia que encuentra su campo entero en el paisaje, sobre la base de la realidad significante de relación corológica.
Sumario del objetivo de la geografía. – La tarea de la geografía se concibe como la de establecer un sistema crítico que abarque la fenomenología del paisaje, con el propósito de aprehender en todo sus significados y color la variedad de la escena terrestre.
… precaver contra la consideración de la tierra como ‘el escenario en el que se despliega a sí misma la actividad del hombre, sin reflejar que este escenario está vivo en sí mismo’.[1]
[1] Vidal de la Blache Principes de géographie humaine, p. 6 (1922).
viernes, 1 de mayo de 2009
Idea del Trópico (5)
Claude Levi-Strauss
Tristes Trópicos (1955)
Capitulo 9
GUANABARA
A lo lejos, la ciudad cambia tanto como hacia arriba... en la cuesta del Corcovado... se llegaba por medio de un funicular sencillamente construido en medio de las piedras; parecía un poco garaje, un poco refugio de alta montaña, con puestos de mando a cargo de servidores atentos: una especie de Luna-Park. Todo eso para alcanzar, en lo alto de la colina y luego de haberme elevado a lo largo de los terrenos baldíos abandonados y rocosos que a menudo se acercan a la vertical, una pequeña residencia del período imperial, casa terrea, o sea de una sola planta, decorada con estucos y retocada con ocre, donde se comía en una plataforma transformada en terraza, por encima de una mezcla incoherente de obras de hormigón, casuchas y conglomerado urbano. Y al fondo, en lugar de las chimeneas de fábrica que uno esperaba ver como límite de ese paisaje heterogéneo, un mar tropical, satinado y brillante, coronado por un claro de luna monstruoso.
Idea del Trópico (4)
Claude Levi-Strauss
Tristes Trópicos (1955)
Capitulo 9
GUANABARA
Rio de Janeiro no está construida como una ciudad común. Se estableció al principio en la zona llana y pantanosa que bordea la bahía, para después introducirse entre los morros abruptos que la aprietan por todas partes, como los dedos en un guante demasiado estrecho. Tentáculos urbanos, a veces de veinte o treinta kilómetros, se deslizan al pie de formaciones graníticas cuya pendiente es tan áspera que ninguna vegetación puede adherírsele; a veces, sin embargo, sobre una terraza aislada o en un cañadón profundo, se ha instalado un islote de selva, tanto más verdaderamente virgen cuanto que el lugar es inaccesible a pesar de su proximidad; desde el avión nos parece que rozamos las ramas en esos corredores frescos y sombríos donde planeamos entre tapicerías suntuosas antes de aterrizar a sus pies. Esta ciudad, tan pródiga en colinas, trata a éstas con un desprecio que, en parte, se explica por la falta de agua en las cimas. Rio de Janeiro es, en este aspecto, lo contrario de Chittagong, en el golfo de Bengala: en una llanura pantanosa, pequeños mogotes cónicos de arcilla anaranjada, luciente bajo la hierba verde, sostienen bungalows solitarios —fortalezas de los ricos que se protegen del calor agobiante y de la piojería de los bajos fondos—. En Rio de Janeiro es al revés: esos casquetes globulosos, donde el granito parece hierro fundido, reflejan tan violentamente el calor que la brisa que circula en el fondo de los desfiladeros no puede ascender a las alturas. Quizás el urbanismo haya resuelto hoy el problema, pero en 1935, en Rio, el lugar que cada uno ocupaba en la jerarquía social se medía con el altímetro: tanto más bajo cuanto más alto era el domicilio. Los míseros vivían asentados en los morros, en las favelas, donde una población de negros cubiertos de andrajos desteñidos inventaba en la guitarra esas melodías avispadas que en los días de Carnaval bajan de las alturas e invaden el centro de la capital junto con ellos.
Idea del Trópico (3)
Claude Levi-Strauss
Tristes Trópicos (1955)
Capitulo 9
GUANABARA
Estas diferencias ya se advierten en el seno de una ciudad. Los barrios, como plantas que alcanzan la floración en su estación propia, llevan la marca de los siglos en los que crecieron, florecieron y declinaron. En ese cantero de vegetación urbana hay concomitancias y sucesiones. En París, el Marais estaba en cierne en el siglo XVIII y actualmente el moho lo corroe; especie más tardía, el 9.° arrondissement florecía bajo el Segundo Imperio, pero hoy sus mansiones marchitas son ocupadas por una fauna de gentes modestas que, como un enjambre, encuentran allí terreno propicio para el ejercicio de humildes formas de actividad. El 7.° arrondissement está congelado en su lujo caduco, como un gran crisantemo que levanta noblemente su cabeza reseca, más allá de lo posible. El 16.° arrondissement era ayer fastuoso; ahora, sus flores brillantes se hunden en una espesura de inmuebles que lo van confundiendo poco a poco con un paisaje de suburbio.
Cuando se comparan entre sí ciudades muy alejadas por la geografía y la historia, esas diferencias de ciclo se complican además con ritmos desiguales. Cuando uno se aleja del centro de Rio de Janeiro —muy al estilo de principios de siglo— se cae en calles tranquilas, largas avenidas bordeadas de palmeras, de mangos y Jacarandas podados, donde se levantan villas anticuadas en medio de jardines. Como me ocurrió más tarde en los barrios residenciales de Calcuta, pienso ahora en Niza o en Biarritz bajo Napoleón III. Los trópicos no son tanto exóticos cuanto pasados de moda. Lo que los caracteriza no es la vegetación, sino menudos detalles de arquitectura, así como la sugestión de un género de vida que, antes que convencernos de haber franqueado inmensos espacios, nos persuade de que hemos retrocedido imperceptiblemente en el tiempo.
Idea del Trópico (2)
Claude Levi-Strauss
Tristes Trópicos (1955)
Capitulo 9
GUANABARA
Sin duda alguna, estoy al otro lado del Atlántico y del Ecuador, y muy cerca del trópico. Muchas cosas me lo demuestran: este calor tranquilo y húmedo que libera mi cuerpo del habitual peso de la lana y suprime la oposición (que retrospectivamente descubro como una de las constantes de mi civilización) entre la casa y la calle; por otra parte, pronto me enteraría de que la suprime, en efecto, para introducir otra entre el hombre y el matorral, que mis paisajes íntegramente humanizados no incluían; están también las palmeras, las flores nuevas, y en los escaparates de los cafés, montones de nueces de coco verdes que una vez partidas dejan aspirar un agua azucarada con frescor de cueva.
Idea del Trópico (1)
Claude Levi Strauss
Tristes Trópicos (955)
Capitulo 9
GUANABARA
Heme aquí, por primera vez en mi vida, del otro lado del Ecuador, bajo los trópicos, en el Nuevo Mundo. ¿Cuál es el signo supremo que me hará reconocer esta triple mutación? ¿Cuál es la voz que me dará testimonio de ello? ¿Qué nota jamás escuchada resonará primero en mi oído? Lo primero que noto es algo fútil: estoy en un salón.
Vestido más livianamente que de costumbre y hollando los meandros ondulados de un revestimiento en mosaico blanco y negro, advierto un ambiente particular en esas calles estrechas y umbrosas que cortan la avenida principal; el paso de las moradas a la calzada es menos marcado que en Europa; los comercios, a pesar del lujo de sus fachadas, prolongan la exhibición hasta la calle; casi no se presta atención al hecho de estar dentro o fuera. En verdad, la calle no es tan sólo un lugar por donde se pasa, es un lugar donde uno se queda; viva y apacible al mismo tiempo, más animada y mejor protegida que las nuestras; vuelvo a encontrar el término de comparación que ella me inspira. Pues por el momento, los cambios de hemisferio, de continente y de clima casi no han hecho otra cosa que volver superflua la delgada capa vitrea que en Europa establece artificiosamente condiciones idénticas; en primer lugar, Rio de Janeiro parece reconstituir al aire libre las Gallerie de Milán, la Galerij de Amsterdam, el pasaje de los Panoramas o el hall de la gare Saint-Lazare.