domingo, 25 de enero de 2009

Rainer Maria Rlike (2)

Worpswede (1902)

Introducción

La historia de la pintura del paisaje todavía no está escrita y, sin embargo, es uno de los libros que se esperan desde hace años. Aquel que la escriba tendrá una tarea rara y grande, una tarea desorientadora, debido a su infinita novedad y profundidad. ……………………………………………………………………………………………
Qué significa el hecho de que modifiquemos las capa más superficial de la tierra, que ordenemos sus bosques y praderas y saquemos de su corteza carbón y metales, que recojamos los frutos de los arboles como si nos estuvieran destinados, si al lado de todo esto recordamos una sola hora durante la cual la naturaleza actuó por encima de nosotros, más allá de nuestra esperanza y nuestra vida, con aquella sublime elevación e indiferencia de la que todos sus gestos están llenos. Ella no sabe nada de nosotros.
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Y al final se resignan unos, y van hacia los hombres para compartir su trabajo y su destino, para servir, ayudar y dedicarse de algún modo a la ampliación de esta vida, mientras los otros, que no querían dejar a la perdida naturaleza, la siguen e intentan, conscientes y empleando una voluntad concentrada, llegar de nuevo tan cerca de ella como, sin saberlo bien, lo habían estado en la niñez. Se comprende que estos últimos son artistas: poetas o pintores, músicos o arquitectos, solitarios en el fondo, quienes, al volverse hacia la naturaleza, prefieren lo eterno a lo efímero, lo sujeto a las leyes en la máxima profundidad a lo fundado transitoriamente, y que, como no pueden convencer a la naturaleza de que participe en ellos, ven su tarea en captar a la naturaleza, para insertarse en alguna parte dentro de sus grandes interrelaciones. Y con estos solitarios aislados se acerca la humanidad entera a la naturaleza. No es el ultimo, y es quizá el valor más peculiar del arte, el de ser el medio en que se encuentran y hallan hombre y paisaje, figura y mundo. En la realidad viene un junto a otro sin apenas conocerse, y en el cuadro, en la construcción arquitectónica, en la sinfonía, en la palabra, en el arte, parecen reunirse como en una verdad profética mas alta, llamarse el uno al otro; y es como si se complementaran mutuamente hacía esa unidad perfecta que constituye la esencia de la obra de arte.

Desde este punto de vista, parece como si se encontrara el tema y la intención de todo arte en el equilibrio entre el individuo y el todo, y como si el momento de la exaltación, el momento artístico importante, fuera aquel en que los dos platillos de la balanza mantienen el equilibrio. Y, en efecto, sería muy seductor mostrar esta relación en distintas obras de arte; hacer ver como una sinfonía funde las voces de un día tormentoso con el rumor de nuestra sangre, cómo una obra arquitectónica puede ser, a la vez mitad imagen nuestra y mitad imagen de un bosque. Y hacer un retrato ¿no significa ver un hombre como un paisaje? ¿Y existe un paisaje sin figuras que no este completamente lleno de la expresión de aquel que lo ha contemplado? Se manifiestan aquí asombrosas relaciones. A veces están yuxtapuestas en rico y fructífero contraste; a veces el hombre parece proceder del paisaje, otras el paisaje parece brotar del hombre, y entonces se ponen de acuerdo en igualdad y hermandad. La naturaleza parece acercarse por momentos, dando incluso a las ciudades apariencia de paisajes, y con los centauros, las sirenas y los monstruos marinos de sangre caprina se acerca la humanidad a la naturaleza. Pero lo que importa siempre es esta relación; y no en último lugar en la poesía, que precisamente es la que más sabe decir del alma cuando expresa paisajes, y que debería desesperar de decir lo más hondo del hombre, si éste se irguiera en ese espacio vacío y sin límites en que Goya gusto de situarle. …………………………………………………………………………………….....


Otto Modersohn ………………………………………………………………………………….......
Precisamente esta circunstancia es la que hace posible servirse de la naturaleza como de un diccionario. Sólo porque ésta es tan diferente de nosotros, tan contrapuesta, estamos en disposición de expresarnos a través de ella. Expresar lo semejante por medio de lo semejante no es ningún progreso. …………………………………………………………………………………………
El artista de hoy, no sólo el pintor, recibe del paisaje el lenguaje para sus confesiones. Se podría demostrar con exactitud que todas las artes viven actualmente de lo paisajístico. Por ejemplo, es muy fácil ver en poesías pasadas de moda como se creía, temerosamente, poder decir sólo lo corriente con los medios del paisaje; se creía haber alcanzado lo más alto cuando se comparaba la juventud con la primavera, a la ira con la tormenta y a la amada con la rosa; no se atrevía uno a ser más personal, por miedo a ser abandonado por la naturaleza. Hasta que se descubrió que contenía no sólo algunos vocablos para las superficies de las vivencias, sino que ofrecía la oportunidad de decir precisamente lo más intimo y propio, lo más individual del todo hasta en el interior de sus más finos matices, de modo sensual y perceptible. Con este descubrimiento comienza el arte moderno.

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